Tomando como desarrollo principal lo sucedido en el manga, sus gaidens y con algunas acotaciones de la animación, éste apartado intentará narrar la historia de El Cid a modo de relato. Debido a su extensión se la ubicó en un apartado propio. Se invita al visitante clickear en el título "La historia narrada" para comenzar a leerla.
En su época como aprendiz de Santo, El Cid lleva parte de su entrenamiento en Japón. Allí busca alcanzar el filo sagrado que pueda cortarlo todo. Su novia, Mine, entrenaba junto a él para perfeccionar la técnica que afila con la misma alma y poder forjar la espada sagrada Yaken Zan-ou'ki.
Entrenaban junto a un joven llamado Felser, al cual respetaban. Una persona de gran fuerza y buen corazón que admiraba la relación entre ellos y en especial por su vida comprometida por sus propios sueños. Se prometió que los protegería para que pudieran alcanzarlos. Una tarde, un incendio se desata en la montaña en la que estaban El Cid y Mine y quedan atrapados en medio del bosque. La chica se lesiona tratando de escapar del fuego y El Cid se niega a abandonarla. El fuego los rodea impidiéndoles escapar, El Cid se queda abrazándola y cuando ella pierde la conciencia llega Felser a rescatarlos.
Estando ya a salvo, parte para fortalecer sus propios anhelos y no se entera de que a Mine le quedan afectadas las vías respiratorias que compromete mortalmente sus pulmones. El Cid no deja de estar a su lado, aunque ella le pide que no la vea, la acompaña desde afuera de la habitación. La chica agoniza gravemente y antes de morir le hace prometer a El Cid que cumplirá con el sueño de ambos. Cuando Felser regresa, se entera de la triste noticia y El Cid ya había partido al Santuario. Desolado por no poder cumplir su promesa ahora que la chica ya no estaba viva, cae en la melancolía y no completa su entrenamiento para Santo.
Pasan los años, tras un arduo y exigente entrenamiento El Cid gana su lugar entre la orden, Dorada desarrollando su característica personalidad orgullosa y disciplinada, pero tan estricto y reservado como amable. Mantiene su "filo" y se esfuerza por llevarlo al máximo, nunca olvidó su promesa. Jamás deja de entrenar, sigue rigurosas rutinas que sigue en cada momento de su vida, será capaz de dar su vida por los inocentes y por ellos no puede darse el lujo de aflojar. Como guardián de la Casa de Capricornio tiene contacto con su vecino Sagitario, el mayor en edad de los Santos y General del Ejército atheniense, quien le genera gran respeto. El mismo es correspondido y mantienen una buena amistad entre ambos, al punto de que en varias ocasiones lo acompaña en sus misiones a través del mundo.
En una ocasión El Cid es enviado por el Patriarca a investigar una misteriosa ciudad que surgió de la noche a la mañana en una zona donde antaño existió un desaparecido poblado, exterminado por los dioses del Sueño que investigaba junto a Sísifo. Nacida a causa de un sueño, es conocida como Catalania, el "espejismo". En su corazón se alza un gran coliseo donde se lleva a cabo un torneo en el que se presentan todo tipo de guerreros con armas blancas para ganar la mano de la princesa del lugar, una sensual muchacha con el rosto cubierto con una máscara. Camino al lugar conoce a Lacaille, el hijo de un dotado herrero forjador de espadas, al cual el Santo le rinde respeto por su trabajo. Se gana la simpatía del herrero y le pide a su hijo que lo acompañe y aprenda de él.
Ya en el campo de batalla, luego de vencer a todos sus contrincantes sin dificultad alguna la princesa se presenta ante él para felicitarlo. El Santo queda atónito y sin poder reaccionar cuando se da cuenta de que es Mine, quien con un movimiento de su katana destruye parte de la arena y la presenta como la espada encantada Zan-ou'ki, aquella que hace años entrenaba para conseguir. El Cid se retira evidentemente conmocionado, se tira un baldazo de agua en la cabeza para salir del shock y ordenar sus ideas. La turbación del Santo es tal que Lacaille queda preocupado y teme si podrá continuar peleando en la siguiente ronda pero el Dorado regresa impávido, sorprendentemente recuperado tras la emoción vivida y pasa a la ronda final. Las sorpresas no terminan para El Cid, ya que uno de los finalistas a quien debe enfrentar es Felser, conocido como el Terror Negro.
Capricornio no comprende como el mismo muchacho que evitaba al mínimo las peleas ahora es el guerrero supremo de Catalania, sanguinario y despiadado portador de una Sapuri, quien se vale de la sed de sangre y pasión de los espectadores para aumentar su poder. Le confiesa que lo estaba esperando y que fué él quien rompió el sello de Athena que mantenía aprisionado a Phobetor, un dios menor al servicio de Hypnos y responsable de que todo eso se volviera realidad. Felser saca la verdadera espada Zan-ou'ki, la cual puede atacar a su contrincante con el sólo pensamiento de su portador, desangrando en cada ataque a un Capricornio sin defensa. Entendiendo la situación El Cid se quita gran parte de su armadura, quedando con el pecho desnudo movido por su determinación de cumplir el destino de su espada. El Santo gana la contienda y un Ferser conmocionado le explica que el motivo que lo llevó desesperado a usar el poder del dios del Sueño fue poder ver nuevamente a Mine.
Es ahí cuando Phobetor se revela y la ciudad comienza a ser absorbida por el Mundo de los Sueños, gracias al poder absorbido de la pasión de los espectadores aferrados al sueño de Mine. El Cid no puede moverse hasta que Mine le pide que acabe con el sueño puesto que en realidad su máximo deseo es verlo convertido en Excalibur. Las palabras de la muchacha provocan que el Dorado recupere sus fuerzas y pueda vencer a Phobetor. Antes de irse, Mine se despide de El Cid y Ferser le pide disculpas.
De regreso al Santuario, Lacaille lo acompaña para convertirse en su discípulo, aceptando el duro camino que conlleva convertirse en Santo.
Cada minuto libre, El Cid lo dedica a entrenar sin descanso. Aplica las normas a rajatabla, la ley para él debe ser respetada y es igual para todos, aún para sus propios discípulos. Así lo descubrió Pakia la noche que ganó combate que lo convertía en el nuevo portador de una Cloth y por ende, Santo al servicio de su Maestro El Cid. No estaba seguro de querer serlo, y el miedo lo empujó a salir corriendo. Sus compañeros lo buscaron temiendo ello pero fue el mismo Capricornio quien, decepcionado, lo encuentra en el camino. Las reglas del Santuario condena a muerte a quien quiera escapar y Pakia estaba a punto de ser ejecutado ahí mismo por el brazo de su Maestro pero es rescatado en el momento justo por Sísifo de Sagitario, que reprende al Dorado y anula la orden.
Cuando la Guerra comienza, los Santos sin misión especial reciben la orden de mantenerse custodiando su Templo. Piscis y Virgo ya habían caído en batalla y Athena se agotaba concentrando sus energías creando una gran barrera protectora al rededor del Santuario. Capricornio estaba cumpliendo la orden cuando un poderoso cosmos rompe la barrera y destruye parte del Santuario. Tiene que ver a la distancia como el mismo Hades sin compañía se para ante su diosa, mientras sus Santos eran inmovilizados por el poder del dios. Ni siquiera el poderoso Tauro puede vencer la influencia que lo empuja al suelo pero Sagitario, que se encontraba a poca distancia, al ver a Athena en peligro saca fuerzas inexistentes y logra dispararle una flecha dirigida al dios, pero éste con sólo su mano revierte la dirección de la misma para que se clave justo en el corazón de Sísifo. La batalla continúa en otro plano, por la estrategia conjunta entre el Patriarca y Athena estuvieron a punto de ver culminada la Guerra, sellando a Hades, pero llega Pandora para salvarlo y salen ilesos del lugar. Sísifo yace en el suelo, la flecha no lo mató pero contenía el poder de Hades impreso en ella, su alma está ahí, su corazón palpita, pero su mente no podrá despertar.
Más Dorados caen en batalla, Tauro, Cancer y el Patriarca se suman a la lista. El Cid se siente impotente, pasa gran parte del tiempo visitando a Sísifo tratando de encontrar la forma de sacarlo de ese trance. Athena y el Patriarca probaron todo tipo de soluciones inútilmente, su ausencia es un peso que les cuesta llevar. Tiempo después de la muerte de Sage y Manigoldo, Sasha se dirige al Templo de Sagitario y no se sorprende cuando encuentra a El Cid postrado de rodillas frente a él. Están conversando cuando escuchan un escalofriante aullido y sienten un cosmos maligno acrecentarse de golpe. Frente a ellos se abre un espacio en el que aparece Ikelos, uno de los dioses menores al servicio de Hypnos. La sorpresa apenas deja que actúen sus instintos de tomar posición de defensa para proteger a Athena, pero el dios se burla de ellos y se dirige a su objetivo. Capricornio reacciona pero Ikelos arranca con sus dientes el alma de Sísifo y desaparece nuevamente en el agujero dimensional que se cierra segundos antes de que El Cid lo alcanzara.
La frustración y la rabia del honor mancillado lo desbordan. Su orgullo le grita por dejar que atacaran a su amigo ante sus propios ojos sin haber podido hacer nada. No se perdona por no haber sentido que el enemigo se acercaba y le enfurece la impertinencia del mismo al entrar y salir a su antojo de un Santuario custodiado. Sísifo era su amigo y se siente obligado de ir en su rescate, así que le pide permiso a la misma diosa en persona para salir del Santuario e ir tras Ikelos y los dioses del Sueño, está decidido de recuperar el alma de Sagitario. La diosa acepta y él, sin perder un segundo, parte de inmediato. De salida se encuentra con sus discípulos, ya Santos de Plata (Lacaille de Popa, Rusk de Brújula y Tsubaki de Vela) que le imploran le permitan acompañarlo en su misión. Sin pensarlo él se niega, sabe que la peligrosidad a la que se va a enfrentar sería demasiado para sus subordinados y prefiere protegerlos, como siempre lo hizo, alejándolos del peligro.
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