La Guerra Santa del siglo XVIII

La historia narrada

31.12.2015 09:24

Tomando como desarrollo principal lo sucedido en el manga, sus gaidens y con algunas acotaciones de la animación, éste apartado intentará narrar la historia de El Cid a modo de relato. Debido a su extensión se la ubicó en un apartado propio. Se invita al visitante clickear en el título "La historia narrada" para comenzar a leerla.

En su época como aprendiz de Santo, El Cid lleva parte de su entrenamiento en Japón. Allí busca alcanzar el filo sagrado que pueda cortarlo todo. Su novia, Mine, entrenaba junto a él para perfeccionar la técnica que afila con la misma alma y poder forjar la espada sagrada Yaken Zan-ou'ki.

Entrenaban junto a un joven llamado Felser, al cual respetaban. Una persona de gran fuerza y buen corazón que admiraba la relación entre ellos y en especial por su vida comprometida por sus propios sueños. Se prometió que los protegería para que pudieran alcanzarlos. Una tarde, un incendio se desata en la montaña en la que estaban El Cid y Mine y quedan atrapados en medio del bosque. La chica se lesiona tratando de escapar del fuego y El Cid se niega a abandonarla. El fuego los rodea impidiéndoles escapar, El Cid se queda abrazándola y cuando ella pierde la conciencia llega Felser a rescatarlos.

Estando ya a salvo, parte para fortalecer sus propios anhelos y no se entera de que a Mine le quedan afectadas las vías respiratorias que compromete mortalmente sus pulmones. El Cid no deja de estar a su lado, aunque ella le pide que no la vea, la acompaña desde afuera de la habitación. La chica agoniza gravemente y antes de morir le hace prometer a El Cid que cumplirá con el sueño de ambos. Cuando Felser regresa, se entera de la triste noticia y El Cid ya había partido al Santuario. Desolado por no poder cumplir su promesa ahora que la chica ya no estaba viva, cae en la melancolía y no completa su entrenamiento para Santo.

El Cid

Pasan los años, tras un arduo y exigente entrenamiento El Cid gana su lugar entre la orden, Dorada desarrollando su característica personalidad orgullosa y disciplinada, pero tan estricto y reservado como amable. Mantiene su "filo" y se esfuerza por llevarlo al máximo, nunca olvidó su promesa. Jamás deja de entrenar, sigue rigurosas rutinas que sigue en cada momento de su vida, será capaz de dar su vida por los inocentes y por ellos no puede darse el lujo de aflojar. Como guardián de la Casa de Capricornio tiene contacto con su vecino Sagitario, el mayor en edad de los Santos y General del Ejército atheniense, quien le genera gran respeto. El mismo es correspondido y mantienen una buena amistad entre ambos, al punto de que en varias ocasiones lo acompaña en sus misiones a través del mundo.

En una ocasión El Cid es enviado por el Patriarca a investigar una misteriosa ciudad que surgió de la noche a la mañana en una zona donde antaño existió un desaparecido poblado, exterminado por los dioses del Sueño que investigaba junto a Sísifo. Nacida a causa de un sueño, es conocida como Catalania, el "espejismo". En su corazón se alza un gran coliseo donde se lleva a cabo un torneo en el que se presentan todo tipo de guerreros con armas blancas para ganar la mano de la princesa del lugar, una sensual muchacha con el rosto cubierto con una máscara. Camino al lugar conoce a Lacaille, el hijo de un dotado herrero forjador de espadas, al cual el Santo le rinde respeto por su trabajo. Se gana la simpatía del herrero y le pide a su hijo que lo acompañe y aprenda de él.

Ya en el campo de batalla, luego de vencer a todos sus contrincantes sin dificultad alguna la princesa se presenta ante él para felicitarlo. El Santo queda atónito y sin poder reaccionar cuando se da cuenta de que es Mine, quien con un movimiento de su katana destruye parte de la arena y la presenta como la espada encantada Zan-ou'ki, aquella que hace años entrenaba para conseguir. El Cid se retira evidentemente conmocionado, se tira un baldazo de agua en la cabeza para salir del shock y ordenar sus ideas. La turbación del Santo es tal que Lacaille queda preocupado y teme si podrá continuar peleando en la siguiente ronda pero el Dorado regresa impávido, sorprendentemente recuperado tras la emoción vivida y pasa a la ronda final. Las sorpresas no terminan para El Cid, ya que uno de los finalistas a quien debe enfrentar es Felser, conocido como el Terror Negro.

Capricornio no comprende como el mismo muchacho que evitaba al mínimo las peleas ahora es el guerrero supremo de Catalania, sanguinario y despiadado portador de una Sapuri, quien se vale de la sed de sangre y pasión de los espectadores para aumentar su poder. Le confiesa que lo estaba esperando y que fué él quien rompió el sello de Athena que mantenía aprisionado a Phobetor, un dios menor al servicio de Hypnos y responsable de que todo eso se volviera realidad. Felser saca la verdadera espada Zan-ou'ki, la cual puede atacar a su contrincante con el sólo pensamiento de su portador, desangrando en cada ataque a un Capricornio sin defensa. Entendiendo la situación El Cid se quita gran parte de su armadura, quedando con el pecho desnudo movido por su determinación de cumplir el destino de su espada. El Santo gana la contienda y un Ferser conmocionado le explica que el motivo que lo llevó desesperado a usar el poder del dios del Sueño fue poder ver nuevamente a Mine.

Es ahí cuando Phobetor se revela y la ciudad comienza a ser absorbida por el Mundo de los Sueños, gracias al poder absorbido de la pasión de los espectadores aferrados al sueño de Mine. El Cid no puede moverse hasta que Mine le pide que acabe con el sueño puesto que en realidad su máximo deseo es verlo convertido en Excalibur. Las palabras de la muchacha provocan que el Dorado recupere sus fuerzas y pueda vencer a Phobetor. Antes de irse, Mine se despide de El Cid y Ferser le pide disculpas.

De regreso al Santuario, Lacaille lo acompaña para convertirse en su discípulo, aceptando el duro camino que conlleva convertirse en Santo.

Cada minuto libre, El Cid lo dedica a entrenar sin descanso. Aplica las normas a rajatabla, la ley para él debe ser respetada y es igual para todos, aún para sus propios discípulos. Así lo descubrió Pakia la noche que ganó combate que lo convertía en el nuevo portador de una Cloth y por ende, Santo al servicio de su Maestro El Cid. No estaba seguro de querer serlo, y el miedo lo empujó a salir corriendo. Sus compañeros lo buscaron temiendo ello pero fue el mismo Capricornio quien, decepcionado, lo encuentra en el camino. Las reglas del Santuario condena a muerte a quien quiera escapar y Pakia estaba a punto de ser ejecutado ahí mismo por el brazo de su Maestro pero es rescatado en el momento justo por Sísifo de Sagitario, que reprende al Dorado y anula la orden.

Cuando la Guerra comienza, los Santos sin misión especial reciben la orden de mantenerse custodiando su Templo. Piscis y Virgo ya habían caído en batalla y Athena se agotaba concentrando sus energías creando una gran barrera protectora al rededor del Santuario. Capricornio estaba cumpliendo la orden cuando un poderoso cosmos rompe la barrera y destruye parte del Santuario. Tiene que ver a la distancia como el mismo Hades sin compañía se para ante su diosa, mientras sus Santos eran inmovilizados por el poder del dios. Ni siquiera el poderoso Tauro puede vencer la influencia que lo empuja al suelo pero Sagitario, que se encontraba a poca distancia, al ver a Athena en peligro saca fuerzas inexistentes y logra dispararle una flecha dirigida al dios, pero éste con sólo su mano revierte la dirección de la misma para que se clave justo en el corazón de Sísifo. La batalla continúa en otro plano, por la estrategia conjunta entre el Patriarca y Athena estuvieron a punto de ver culminada la Guerra, sellando a Hades, pero llega Pandora para salvarlo y salen ilesos del lugar. Sísifo yace en el suelo, la flecha no lo mató pero contenía el poder de Hades impreso en ella, su alma está ahí, su corazón palpita, pero su mente no podrá despertar.

Más Dorados caen en batalla, Tauro, Cancer y el Patriarca se suman a la lista. El Cid se siente impotente, pasa gran parte del tiempo visitando a Sísifo tratando de encontrar la forma de sacarlo de ese trance. Athena y el Patriarca probaron todo tipo de soluciones inútilmente, su ausencia es un peso que les cuesta llevar. Tiempo después de la muerte de Sage y Manigoldo, Sasha se dirige al Templo de Sagitario y no se sorprende cuando encuentra a El Cid postrado de rodillas frente a él. Están conversando cuando escuchan un escalofriante aullido y sienten un cosmos maligno acrecentarse de golpe. Frente a ellos se abre un espacio en el que aparece Ikelos, uno de los dioses menores al servicio de Hypnos. La sorpresa apenas deja que actúen sus instintos de tomar posición de defensa para proteger a Athena, pero el dios se burla de ellos y se dirige a su objetivo. Capricornio reacciona pero Ikelos arranca con sus dientes el alma de Sísifo y desaparece nuevamente en el agujero dimensional que se cierra segundos antes de que El Cid lo alcanzara.

La frustración y la rabia del honor mancillado lo desbordan. Su orgullo le grita por dejar que atacaran a su amigo ante sus propios ojos sin haber podido hacer nada. No se perdona por no haber sentido que el enemigo se acercaba y le enfurece la impertinencia del mismo al entrar y salir a su antojo de un Santuario custodiado. Sísifo era su amigo y se siente obligado de ir en su rescate, así que le pide permiso a la misma diosa en persona para salir del Santuario e ir tras Ikelos y los dioses del Sueño, está decidido de recuperar el alma de Sagitario. La diosa acepta y él, sin perder un segundo, parte de inmediato. De salida se encuentra con sus discípulos, ya Santos de Plata (Lacaille de Popa, Rusk de Brújula y Tsubaki de Vela) que le imploran le permitan acompañarlo en su misión. Sin pensarlo él se niega, sabe que la peligrosidad a la que se va a enfrentar sería demasiado para sus subordinados y prefiere protegerlos, como siempre lo hizo, alejándolos del peligro.

De camino lo interceptan un grupo de Espectros de Hades pero los que derrota sin esfuerzo alguno y al instante se ve rodeado por tres de los cuatro dioses de los Sueños (Oneiros, Ikelos y Phantasos). Él no era su objetivo, iban tras el alma de Tenma de Pegaso, pero les llama la atención y hacen una parada; ellos sí eran el objetivo del Santo. De inmediato El Cid ataca a Ikelos, lo reconoce como quien se llevó el alma de su amigo, pero el dios manipula el espacio haciendo un defasaje dimensional y el mismo filoso ataque que Capricornio le dirigió a él se pierde en el agujero dimensional que abre frente suyo para desviarlo saliendo a la derecha del Santo, amputándole el antebrazo. Esto no minimiza al Dorado, ni siquiera emite sonido de dolor. Cauteriza la herida del muñón con cosmos y contraataca con un Jumping stone pero Ikelos responde y lo lanza por un precipicio, dándolo por muerto. Phantasos toma el brazo seccionado y decide llevárselo como recuerdo, grave error.
 
Los dioses cumplen con su cometido y regresan a Morphia, Phantasos está junto a las esferas que contienen los sueños creados para Yato y Yuzuriha cuando una fisura en el espacio trae a Capricornio frente suyo. No sólo sobrevió a la caída si no que había logrado lo imposible, encontrar El Mundo de los Sueños y entrar en él. Se apropió de la situación y usó la resonancia del Cloth que quedó en su antebrazo seccionado, cuando Phantasos se lo llevó le dió a El Cid la guía para poder encontrarlos. Phantasos utiliza su 'Grim Phantasia', una técnica con la que toma las almas de sus inmovilizadas víctimas para encerrarlas en Fantasía, el mundo que gobierna. Se dispone a ver los sueños y deseos del Santo cuando se da cuenta que no hay nada más que la forma de una espada perfecta. Es tal la rigurosidad de su forma de vivir que incluso sus sueños están marcados por el camino que eligió y desde la misma visión, su perfecta espada se materializa cortando a su espectador, destruyendo la ilusión que el dios usaba sobre su cuerpo, revelando su forma masculina. Ésto permitió que pudiera recuperar la conciencia y concentrar su cosmos en el muñón formando la hoja de una poderosa espada. El furioso Phantasos contraataca varias veces pero se topa con un impacibe y calmado contrincante que esquiva tranquilo cada uno de los arrebatos del dios hasta que decide dar la última estocada que acabará con él. Cuando muere sus hermanos sienten su caída y reconocen al causante.
 
Llega entonces a Phobia, donde lo enfrenta Ikelos con ansias de venganza, quiere continuar la batalla que comenzó en el mundo humano y todavía se siente ofendido por la burla del engaño de alguien que no fue capaz de gritar ante la dolorosa herida de un ataque como el suyo, quiere hacerlo gritar de dolor. El Cid le hace frente, pelea con su espada de Cosmos pero Ikelos le devuelve todos sus golpes creando las entradas y salidas modificadas del espacio, el Santo queda más herido que el ileso enemigo. El dios se protege desde esos espacios, comparten el mismo sólo cuando ataca y al no poder sentir su presencia el Dorado no puede adivinar por dónde va a ser atacado. Cualquier otro se hubiera rendido ante la frustración, recibe varios ataques sin lograr ningún contraartaque efectivo. Se desangra cada vez que lanza una zaeta al vacío, la zona está rociada con su propia sangre. Cierra los ojos, se concentra, espera. Cuando Ikelos vuelve a entrar para atacarlo, un rápido movimiento del Santo logra cortarlo. El dios se sorprende, vuelve a atacar y cada vez que lo hace se repite el resultado hasta que finalmente recibe un corte mortal. Demasiado tarde se dio cuenta de la estrategia, los movimientos de El Cid no eran mero golpes desesperados al vacío, su sangre derramada eran también su arma, un alarma que le indicaba cuándo se distorsionaba el espacio y revelaba así dónde atacaría Ikelos. Una estocada final lo degolla y termina con el segundo hermano.
 
Se dirige a Morphia cuando nota un gran choque de poderes que termina con la vida de Morpheus y las puertas de los sueños comienzan a derrumbarse. Al llegar, ve que unos enormes bloques de piedra caen sobre un confundido Santo de Pegaso que no entiende donde está y actúa a tiempo para salvarlo partiendo dichos escombros y lo toma bajo su protección mientras cumple con su misión. Sin perder tiempo recorre el lugar en ruinas, finalmente se encuentran ante la entrada del sueño donde se encuentra prisionera el alma de Sísifo. Capricornio lanza su mejor ataque contra ella pero no la afecta en absoluto, es cuando llega el último de los dioses del Sueño, Oneiros, diciéndoles que les va a ser imposible hacerlo ya que está sellada por el mismo Sísifo. El Cid no se inmuta al verlo elevar su poder pero cuando invoca el alma de sus hermanos caídos para eliminar a los míseros humanos que osaron luchar contra ellos, toma actitud de guardia y se prepara para enfrentar a un poderoso dios. Las almas de los dioses se fusionan en un mismo cuerpo, su nivel es incomparable. Pero es el último enemigo en el lugar y si lo derrotan podrán rescatar a Sísifo,Tenma ataca sin producirle ningún daño, Capricornio también actúa, salta hacia él mientras lanza un zaeta que no da en Oneiros y cuando está casi frente a frente en un movimiento de impresionante velocidad se ubica por arriba y detrás y lo parte por la mitad. Fue en vano, Oneiros se burla de sus ataques ya que no importa cuantas veces hieran su nuevo cuerpo, las cuatro almas lo protegen y los sorprendidos Santos ven como las partes cortadas se van uniendo poco a poco hasta reparar por completo al dios compuesto. El nuevo objetivo de Oneiros es acabar con el cuerpo y alma de sus adversarios para que ya no puedan volver a reencarnar, así que les lanza su más terrible ataque, el Guardians Oracle, una técnica que reúne el poder de las cuatro almas para crear una poderosa e incontrolable energía que fulmina al enemigo hasta hacerlo desaparecer. El ataque es imponente, no hay forma de salir ileso de eso, la incandecente luz que se desprende de la técnica ejecutada inunda todo el lugar.
 
Los Santos permanecen atónitos de pie, ni ellos ni el dios entienden cómo sobrevivieron ante el descomunal ataque pero el misterio se revela cuando la luz se empieza a normalizar. Fueron protegidos por el poderoso báculo que está clavado frente a ellos. Es Niké, el báculo sagrado de Athena y al tiempo se hace presente el espíritu de la diosa. El supuesto fallido ataque de El Cid estaba destinado a fisurar las paredes de Morphia y así pudiera ser detectado desde el exterior por la deidad presente y cuando ésta sintió el peligro que corrían sus Santos, se dirigió ella misma a completar la misión. Después de agradecérles su accionar recoge el báculo y entra al sueño de Sísifo. El Cid toma posición y le comunica a Pegaso su nueva misión, ahora que la mismísima Athena entró en el sueño de Sagitario es vulnerable a los ataques que pueda sufrir, así que deben resguardar esa puerta a toda costa. Del brazo de El Cid surgen con fuerza potentes filosos ataques que rosan el cuerpo del dios, que sonríe burlón por la falta de puntería. Tenma ataca por detrás de Oneiros sin causar ningún efecto, un contínuo e incansable ataque por parte de los Santos se lleva a cabo, nada parece afectar al dios pero sin darse cuenta, poco a poco retrocede. Detrás suyo el espacio se agrita rompiéndose para dejar ver el mundo humano y tras una serie de ataques individuales con la Pegasus Sui Sei Ken y Jumping Stone combinados logran sacar al dios de su espacio. El objetivo de los Santos estaba claro, debían alejar al dios de donde se encuentra Athena para protegerla y distraerlo para darle el tiempo que necesite. Ahora la batalla final se dará en el exterior.
 
Agotados, el cuerpo empieza a cobrarles factura pero nada de lo que hacen parece debilitar a Oneiros. El Cid se da cuenta que no tiene mucho tiempo, debe terminar lo antes posible con el enemigo. De golpe escucha unas voces familiares, sus subordinados desobedecieron su ordeny están ahí presentes en el campo de batalla dispuesto a unirse a la misma. Desesperado, el Dorado les ordena que no sigan avanzando y se retiren sin ser aceptado el mandato. Ve como ejecutan una técnica en conjunto que es fácilmente anulada junto a los mismo ejecutantes con la Guardians Oracle de Oneiros. Los Santos de Plata y Bronce agonizan en el suelo, Capricornio corre desesperado hacia ellos y toma a Tsubaki entre sus brazos. Recibe el agradecimiento de sus discípulos que mueren satisfechos de haber podido pelear aunque sea una vez al lado de su Maestro, el hombre que tanto admiran. Tenma ve la escena y se lanza enfurecido contra Onerios, quien desde el aire ataca burlándose de él. Con una fuerte presión y con cuchillas de su Sapuri como tentáculos está a punto de apuñalar al indefenso Bronce que no tuvo tiempo de protegerse ya que su cuerpo está sufriendo todo el poder del impacto. Cuando Capricornio se da cuenta, parte las cuchillas a tiempo y se pone en posición de defensa delante de Tenma para protegerlo. Sin mover la vista de su objetivo, repriende al Bronce por su forma de actuar tan viceral y le pide que se tranquilice. Tenma sigue enojado y le recrimina su calma. Cuando escucha que lo acusa de no importarle la muerte de sus compañeros la ira interna que siente se le manifiesta en el exterior, sus dientes y puño se contraen con fuerza, su cuerpo se tensa. Sólo tiene que decir que eran sus discípulos para que Pegaso se diera cuenta le pidiera disculpas. El Cid lo alecciona, le dice que su corazón debe ser tan filoso como una espada para que no pierder el camino del deber que fue fortalecido por todas las vidas que se sacrificaron por él y qie no debe perder de vista su papel en ese camino. Ambos guerreros unen sus fuerzas para atacar al dios, ese es el camino del deber que deben cruzar. En la pelea El Cid piensa que así es como debe ser, aunque se rompa continuará blandiendo su espada por su propio bien y para acercarlo a su objetivo porque ese es el camino que eligió seguir. 
 
Los Santos atacan con todas sus fuerzas sin resultados pero cada vez que el dios contraataca ellos reciben el golpe. Las energías se les están agotando, el brazo de El Cid cada vez pierde más sangre y sus heridas debilitan la fuerza de su espada pero no permite que Pegaso pierda las esperanzas y le pide que lo ayude en el siguiente ataque. Se da cuenta que la única manera de vencer es separando las almas que mantienen indestructible el cuerpo. Así que, luego de que Pegaso lo golpeara de lleno con su técnica, el Dorado lo rebana en cuatro dejando cada alma en una de las partes mutiladas, bien separadas entre sí, pero la energía utilizada agotan las fuerzas de Capricornio y cae rendido de rodillas al suelo. Ese fue su último esfuerzo pero el dios no ha caído, la batalla queda en manos de un Tenma frustrado por no haberlo logrado. Dentro de poco las partes del cuerpo se unirán de nuevo y será como si nada hubiera sucedido. El dios se burla de la inmovilidad del Dorado y lo iguala a una espada oxidada, esto enoja a Pegaso y se lanza a atacar a su enemigo sin pensar en las consecuencias. El dios lo toma por el puño y expulsando parte de su gran poder lo ha hace retroceder, cae fuertemente pero se vuelve a poner en pie. No lo puede permitir, El Cid arriesgó su vida para construir esa oportunidad. Unicornio y Grulla llegan a unirse al combate para apoyar a Pegaso, su espíritu de combate aún no lo abandona y seguirá luchando hasta que su vida se extinga pero al cuerpo de Oneiros le queda poco tiempo para regenerase y restablecer su poder. 
 
En silencio, El Cid observa desolado el combate, no puede creer que siendo un Dorado se encuentre en esas condiciones y deba dejar en manos de Plata y Bronces la batalla. Su cuerpo no le responde ni para hacer un mínimo moviento, permanece inmutable casi sin cosmos de rodillas en el suelo, una triste imagen del orgulloso Santo que alguna vez fue. Algo lo sobresalta, en su corazón le está hablando Sísifo de Sagitario y logra sacarlo de su triste trance. Athena tuvo éxito en liberar su alma de Morphia y lo puso al corriente de la situación. Gracias a las investigaciones que hicieron juntos sabe como hacer para derrotarlos pero lo necesita actuando. El Cid cierra con fuerzas su puño, se siente avergonzado que su compañeros lo encuentre en ese estado y su orgullo resurge cuando su amigo le pregunta si ya se dio por vencido, él, que blandió solo su espada para rescatarlo en el Reino de los Sueños, luego de agradecerle todo lo que hizo por él lo arenga a no rendirse. Éstas palabras hieren el orgullo de El Cid y le confiesa que no luchó solo, ya que tuvo la ayuda de Pegaso y sus discípulos. Es cuando Sagitario le pide que le permita a él también ayudarlo y le informa que acaba de lanzar hacia allí una flecha bañada con el poder de Athena. El orgullo del honorable Capricornio le da las fuerzas para reincorporarse, entiende que si existe la mínima esperanza su deber es continuar luchando hasta el final y aunque se rompa, la espada mostrará su ser. Los presentes se sorprenden al verlo pararse pero lo hacen aún más cuando lo hace dándoles la espalda, y cuando Oneiros le pregunta si se volvió loco por ignorar así al enemigo en las condiciones en las que se encontraba, él responde que por al contrario de lo que cree ahora su espada está más afilada que nunca. A lo lejos se divisa la flecha a toda velocidad y una voz resuena en la cabeza del guerrero que le da ánimos para terminar con la batalla. Ignora a enemigos y camaradas paradirigir toda su concentración en analizar la velocidad y dirección de la flecha de Sagitario. Con su cosmos elevado al máximo esperando el instante preciso, cuando la misma llega todo su cuerpo reacciona. Salta y sobre los aires, con un impresionante y perfecto movimiento, blande su brazo derecho conciente de que está finalmente ejecutando la tan añorada Excalibur. Secciona la flecha dorada en cuatro partes exactamente iguales, con la fuerza justa para modificar sus direcciones y que cada una acaben enzartando en el corazón de cada una de las almas del cuerpo del dios. 
 
La flecha con el poder de Athena acaba primero con las almas de sus hermanos pero en un antes de perecer Oneiros decide llevarse el alma de Pegaso con él. Con sus últimas energías, arremete a toda velocidad contra el Santo que lo toma por sorpresa sin casi darle tiempo a reaccionar.Tenma alcanza a hacer un pequeño movimiento en posición de defensa pero El Cid, que tenía los reflejos más afilados que nunca, ya estaba en acción. Empuja al Bronce para alejarlo del blanco y con gran salto se abalanza en dirección a Oneiros para golpealo con su puño izquierdo para alejarlo más de su protegido. Antes que su enemigo reaccione le estoca el corazón con su brazo mutilado desbordante de cosmos dorado en su máxima potencia que aparece de la nada. Lleno de furia Onerios le pregunta si no le teme a los dioses, a lo que el Santo responde que ellos protegen a las personas aunque eso signifique tener que desafiar a los mismos dioses, luego voltea para dirigirle sus últimas palabras a un desconcertado Tenma de Pegaso. La última lección para el Santo de Bronce, le dice que esas últimas palabras es el camino que debe seguir y a continuación explota junto al enemigo en el cielo dejando una fulgente luz cubierto todo el lugar. Tenma llora desesperado con amargas lágrimas de impotencia que consumen sus últimas fuerzas, maldiciendo el cruel destino que los acompaña. Una vez más fue testigo del sacrificio de un Santo Dorado para protegerlo. Desde el Santuario, su diosa y amigo se congojan ante la pérdida de tan espléndido y honorable Santo. Los ojos de Sísifo brillan por las lágrimas que contiene y que se niega a derramar en honor del amigo que cayó siguiendo el camino transitó toda su vida, lo depide con la vista perdida en el horizonte y una melancólica sonrisa, fruto de saber que en el último instante de su vida pudo alcanzar su deseo más añorado. Finalmente su cuerpo y alma estaban afilado para al fin blandir su Excalibur. Y así se despide El Cid, Santo Dorado de Capricornio.

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