KAIRÓS

30.01.2013 00:36


DIOS MENOR DEL TIEMPO

Representación del instante o momento oportuno.

 

Kairos

Heredero del tiempo, dentro de la mitología griega Kairos (o Caerus) es una divinidad menor que representa el «momento adecuado u oportuno». Es un tiempo, pero también un lugar, un espacio distinto del espacio de la duración o del recorrer las manillas del reloj. Un momento-lugar único e irrepetible que no es presente sino siempre está por llegar y siempre ya ha pasado. Tiene una balanza desequilibrada en su mano izquierda su virtud no es el equilibro, si no que él mismo posee el secreto de su medida. Con los pies alados, esta divinidad veloz va y viene, uniendo dos mundos en un solo instante. Es capaz de que la fortuna nos sonría, dándonos un trocito de gloria, un instante genial en el transcurrir de Cronos (de la muerte a la muerte).

Los antiguos griegos tenían tres dioses del tiempo: Cronos, Aión y Kairos. El primero representa al tiempo cronológico o secuencial, el tiempo humano, vital. Un dios maduro que devora todo para mantener su poder.  El segundo es el dios de la eternidad. Generoso y satisfecho, es niño y anciano simultáneamente, con sentido en sí mismo, carente de objetivos ni planes. Y Kairos es un dios de naturaleza cualitativa, joven caprichoso de la oportunidad que pasa rápidamente, quien tiene un tiempo para cada cosa, el momento indeterminado donde las situaciones especiales suceden.

Hijo menor de Zeus y de Tijé (diosa de la suerte o de la fortuna). Tiene parentesco, entonces, con la suerte o la fortuna, con la oportunidad pero también con el primer dios del Tiempo, Cronos (cuantitativo). Como nieto del mismo, habría vivido cuando éste ya no reinaba. Era el dios del clima y las estaciones (por el carácter cambiante de los mismos), el momento crítico o peligroso, pero más a menudo representa el momento favorable, por lo tanto, lo que es oportuno u "oportunidad" (por su herencia materna).  

Su nombre es un término derivado del griego que significa "tiempo" o "temporada" (el buen tiempo o buena temporada), sin embargo a veces también era considerado un espíritu daimon (una especie de demonio) en lugar de un dios a causa de su naturaleza agresiva hacia los humanos. Bebía de su sangre matando a muchos para poder hacerlo. Pese a todo, poseía un altar cerca de la entrada al estadio de Olimpia por lo que confirma su estatus de dios y no una mera alegoría.

Esta divinidad menor suele ser presentada como un adolescente con los pies alados, en puntillas que ilustran que siempre está en movimiento, como el instante fugaz en que ocasiones aparecen y desaparecen. Físicamente es joven y bello porque, para los griegos, la belleza siempre es oportuna y la oportunidad es el único artífice de la belleza. Sobre su rostro sólo tiene un mechón de cabello, mientras que la parte posterior de su cabeza es calvo, queriendo demostrar que únicamente puede agarrarse cuando venga, pero nunca cuando ya pasó, hay que verlo venir y tomarlo en el momento justo o se nos escapará y no podremos agarrarlo del pelo para recuperarlo cuando acaba de pasar porque está calvo y las manos resbalarían.

Entre sus atributos, se lo suele representar con una navaja en la mano, porque es muy fuerte y preciso. Sostiene una balanza desequilibrada con su mano izquierda, símbolo de que es acreedor de su propio tiempo, su propia medida en ella misma.

Kairos no es ni azar ni obra del destino. Él no exige ni espera nada, simplemente pasa por al lado y se va. Estar en Kairos, es estar en una búsqueda permanente de estar en sintonía con lo que esta pasando. Estar en el momento preciso. Es tener la inspiración. La historia no se cuenta por Cronos, se cuenta por Kairos.

 

El término es utilizado actualmente para determinar el punto exacto:

  • En atletismo, el punto justo donde un atleta tiene que entrar para ganar.
  • En surf el momento en el que se agrra la ola, el pliegue. Antes no se puede y después tampoco o caerás, sólo se puede permanecer en equilibrio en algo tan inestable y peligroso como una ola si uno se introduce en el momento oprtuno.
  • En medicina: momento más apropiado para intervenir.
  • En retórica: tema y estilo, lo invisible que hace que todo lo demás se articule con gracia, pero que si no se alcanza hace que todo sea un desastre.